¿Quién estigmatiza la compra de votos?
Durante las campañas electorales en América Latina es común que ONGs, comunicadores sociales, académicos y políticos denuncien el despliegue de prácticas clientelares tales como la compra de votos. Estos actores suelen argumentar que esta práctica disminuye la calidad democrática distorsionando la voluntad de los votantes y generando trampas de pobreza (Fox 1994; Schaffer 2007; Magaloni 2006). Por otro lado, algunos científicos sociales ofrecen una mirada diferente del fenómeno, muchas veces producto de su inmersión etnográfica en los lugares donde se producen las transacciones. Estos trabajos dan cuenta de la perspectiva de los “clientes”, quienes suelen ver en estas redes políticas fuentes de ayuda económica y social invalorables, así como también la gestación de relaciones de confianza, solidaridad y reciprocidad (e.g. Auyero 1999). Mientras el primer grupo enfatiza los efectos negativos de la compra de votos a nivel sistémico, el segundo pone el foco en los beneficios individuales.
¿Qué piensan los ciudadanos de la compra de votos? ¿Quiénes estigmatizan la práctica y quiénes no? ¿Bajo qué condiciones se da esta estigmatización? ¿Son todas las transacciones clientelares vistas de la misma manera? En un trabajo recientemente publicado en el American Journal of Political Science, junto con Chad Kiewiet de Jonge y David Nickerson, nos hicimos estas preguntas e intentamos responderlas utilizando encuestas originales implementadas en cinco países de América Latina, las cuales incluyen una serie de manipulaciones experimentales. Nuestro estudio constituye una primera aproximación al análisis sistemático de la matriz de valores asociada con la compra de votos.
El nivel general de rechazo al intercambio de dinero por votos durante las campañas electorales en Bolivia, Uruguay, Honduras, Nicaragua y Perú es bastante alto. En casi todos los casos, más de un 70% de los encuestados calificaría a este tipo de transacción como inaceptable o totalmente inaceptable. Sin embargo, existen patrones de variación en los niveles de rechazo consistentes con una serie de hipótesis que desarrollamos en la investigación. Al respecto, se sugiere que existen tres principales mecanismos que explican esta variación, los cuales llevan a los individuos a enfocarse en los efectos negativos a nivel del sistema político o en los efectos positivos a nivel individual.
En primer término, la estigmatización de la compra de votos está ligada a la socialización política. Aquellos que se benefician directamente de la práctica o aquellos que se identifican con partidos políticos que hacen de la compra de votos una estrategia central de campaña, tienden a mostrar menores niveles de rechazo.
En segundo lugar, quienes muestran mayor adhesión al imperativo moral de devolver favores (la norma de reciprocidad) experimentan un conflicto normativo producto de la evaluación de los efectos negativos de la compra de votos a nivel sistémico y de la ponderación del aspecto ético interpersonal del intercambio de favores por votos. Este choque de normas termina diluyendo la estigmatización de dicha práctica electoral.
Finalmente, el nivel educativo como proxy de sofisticación política explica la variación en los niveles de rechazo, dependiendo del contexto en el que se da la transacción. En términos generales, se encuentra que los entrevistados distinguen claramente diferentes escenarios de compra de votos: estigmatizan menos a clientes con necesidades económicas que a clientes que no atraviesan dificultades económicas y estigmatizan más a quienes venden su preferencia que a quienes simplemente venden su participación, es decir, a quienes no tenían pensado votar por el partido que les da dinero más que a quienes ya son partidarios de ese grupo político (Ver Gráfico 1).
Estos datos agregados, sin embargo, ocultan mayores niveles de variación en la estigmatización de la compra de votos. Nuestro argumento indica que para poder entender el nexo entre los diferentes contextos en los que se dan las transacciones clientelares y el balance entre costos y beneficios a nivel sistémico e individual, es necesario un mayor nivel de sofisticación política. Por ejemplo, podría decirse que el costo sistémico de comprar preferencias es mayor que el de comprar participación ya que en el primer caso se distorsiona la voluntad popular. Asimismo, el beneficio que otorga a alguien sin recursos una transacción clientelar torna a ese comportamiento más aceptable, aún en vista de los costos sistémicos, que en el caso de un cliente que no sufre necesidades económicas. Los resultados indican que estas distinciones son más pronunciadas entre aquellos con mayores niveles de educación.
El desarrollo de normas contrarias a prácticas electorales corruptas es un primer paso necesario para la erradicación de las mismas. La evidencia que presentamos en la investigación muestra que en estos cinco países de América Latina el discurso contra la compra de votos está enraizado en la sociedad. A pesar de ello, el rechazo a la compra de votos no es uniforme ni es el mismo en todos los casos. La capacidad de o la predisposición a enfocarse en los efectos negativos a nivel sistémico en lugar de en las consecuencias más positivas a nivel individual dependen de una serie de mecanismos que incluyen la socialización política, la adhesión a las normas de reciprocidad y los niveles de sofisticación política.
Es importante reconocer los factores que condicionan el estigma que rodea a la compra de votos para entender las condiciones bajo las cuales, por ejemplo, es factible que campañas de la sociedad civil o del propio Estado en contra de la práctica tengan cierto éxito. Los marcos discursivos contrarios a la cultura clientelar promovidos por élites sociales o políticas deben tener en cuenta la influencia de las experiencias personales con estas herramientas electorales, porque a veces estas experiencias cotidianas suavizan la preocupación por valores abstractos como la transparencia o la calidad de la competencia democrática.
Nota: Sólo en estos tres países se utilizaron manipulaciones experimentales. Los entrevistados fueron presentados con transacciones clientelares hipotéticas que variaban las características del cliente de manera aleatoria. Luego fueron invitados a calificar las transacciones como totalmente aceptables (1), aceptables (2), inaceptables (3), totalmente inaceptables (4). Para mayores detalles sobre el instrumento ver González Ocantos, Kiewiet de Jonge y Nickerson (2013).
Referencias bibliográficas:
Auyero, Javier. 1999. “From the Client’s Point(s) of View: How Poor People Percieve and Evaluate Political Clientelism”. Theory and Society 28: 297-334.
Fox, Jonathan. 1994. “The Difficult Transition from Clientelism to Citizenship: Lessons from Mexico”. World Politics 46 (2): 151-184.
González Ocantos, Ezequiel, Chad Kiewiet de Jonge and David Nickerson. “The Conditionality of Vote Buying Norms: Experimental Evidence from Latin America”. American Journal of Political Science. En prensa.
Magaloni, Beatriz. 2006. Voting for Autocracy. New York: Cambridge University Press.
Schaffer, Frederic. 2007. “How Effective is Voter Education”. En Frederic Schaffer. ed. Elections for Sale: The Causes and Consequences of Vote Buying. Manila, Philippines: Ateneo de Manila University Press.
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